Actualmente nos encontramos en una época de constantes, rápidos y grandes cambios. Las organizaciones se sitúan en un entorno muy competitivo, exigente y de gran incertidumbre. Nos hallamos en una auténtica “guerra por el talento”.
Las organizaciones buscan la supervivencia y el éxito, y para ello ya no resulta condición suficiente la alta capacidad intelectual de los miembros de éstas, sino que es necesario pelear por encontrar y retener a los mejores, siendo éstos son los que poseen una gran inteligencia emocional.
Daniel Goleman, autor de “Emocional Intelligence” en 1995, define la inteligencia emocional como “la capacidad para reconocer nuestros propios sentimientos y los ajenos, de motivarnos y de manejar bien las emociones, en nosotros mismos y en otros, siendo hábil para gerenciarlos al trabajar con otros”.
Los principios de la inteligencia emocional son los siguientes:
1- Recepción: cualquier cosa que incorporemos por cualquiera de nuestros sentidos.
2- Retención: corresponde a la memoria, que incluye la capacidad de almacenar información y además recordarla de manera que se pueda acceder a ella siempre que se quiera.
3- Análisis: reconocimiento de pautas y procesamiento de la información.
4- Emisión: cualquier forma de comunicación o acto creativo.
5- Control.
Estos cinco principios se refuerzan entre sí, sólo si recibimos la información de manera eficiente podremos retenerla y analizarla eficientemente.
La definición de inteligencia emocional que hacen Meter Salowey y John Mayer en 1990 es “la capacidad de percibir los sentimientos propios y los de los demás, distinguir entre ellos y servirse de esa información para guiar el pensamiento y la conducta de unos mismo”. Son los primeros en introducir el concepto de inteligencia emocional en el campo de la psicología.
¿Cómo podemos aprovechar el talento de nuestros empleados?
Una vez incorporado un individuo a una organización determinada, debemos buscar que éste desempeñe lo mejor posible su trabajo, dé lo mejor de sí y pueda ofrecer de este modo todo su talento.
Para que esto ocurra no es suficiente con que la persona tenga voluntad de hacerlo, sino que es necesario que tenga todas las herramientas necesarias para trabajar y que se le haya comunicado lo que debe de hacer en todo momento, es decir, tiene que saber cómo hacer su trabajo, sintiendo que contribuye y que su labor tiene un valor significativo.
Por tanto, es evidente que el éxito de líderes y trabajadores de alto nivel de desempeño, que muestran destrezas y habilidades técnicas y emocionales bien desarrolladas y alcanzando capacidad de dar sentimientos, cada vez se hacen más competitivos y necesarios en la familia, la gerencia y la sociedad y por tanto en las organizaciones.
Lecturas recomendadas:
“Emocional Intelligence” Daniel Goleman
Revista Calidad Empresarial
es.wikipedia.org
Yasmin Haik
Máster Dirección de Recursos Humanos
lunes, 2 de abril de 2007
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